lunes, 27 de junio de 2016
jueves, 23 de junio de 2016
sábado, 18 de junio de 2016
EL DISCURSO DE LA IRREVERENCIA O EL DESVELAMIENTO DE LO SAGRADO Y LO PROFANO EN DIOSAS Y DEMONIOS
“Detrás
de Apolo, aparece el Dionysos reverberante, el Prometeo incandescente
con el hígado devorado por furias y pajarracos muy humanos; el
hombre con frecuencia malhumorado, descontento, enfrentado a un
destino incierto. Es decir, todo lo contrario de la tradicional
imagen y del ya manido olimpismo”. 1.
Ludovico
Silva
ROSTRO-CONTRASTE
Aprovecho
la ocasión de tomar esta llamada convenida a propósito de estar
leyendo el libro Belleza
y revolución del
filósofo, profesor universitario, poeta, crítico de arte y
literatura, Ludovico Silva. Este venezolano en su hermoso trabajo se
replantea una mirada renovadora, polémica, creadora, orientadora y
amorosa, estructurada desde la óptica de la ética y estética.
Discurso claramente ensayístico en donde el yo re-flexivo
experimenta re-leyendo, re-visando, re-valorando y revelando el
quehacer del hombre en el mundo a partir del poder de la palabra.
Mas, pudiéramos deducir que ese panorama expuesto por este
escritor-pensador está impregnado del
Saber y sabor de la lengua que,
sentidamente
nos ha brindado la escritora María Fernanda Palacios, además, muy
recomendada por el poeta de Recado
amoroso,
Rafael Garrido.
Obedece
el uso de ese epígrafe que le da inicio a estas líneas, al hecho de
que este filósofo desentrañó en el idioma alemán un estilo
literario en el discurso de Carlos Marx. También fue partícipe del
revelamiento de esa visión fría y marmórea en que solían
conservar la figura del escritor, dramaturgo y poeta alemán, Johann
Wolfang Goethe, autor de Fausto
y Werther,
entre tantos escritos que nos legara. Aunque la perspectiva del
poeta-filósofo fue un acto de reconocimiento mutuo celebrado
latinoamericanamente al lado del sobresaliente ensayista Mexicano,
Alfonso Reyes, quien con la justa revalorización de la personalidad
de Goethe, nos dice el mismo Ludovico Silva, se abogaba “por
una imagen más vívida, más carnal, (…) más trascendente del
autor de Werther”.
Ahora bien, de acuerdo con una asociación de elementos contrastantes
entre el texto citado y el poemario Diosas
y demonios
escrito por Lucas Barreto, encontramos una cierta vecindad, primero,
se trata de “diosas (es)/ demonios”, cada uno a su manera recibe
o siente las embestidas de esas dos fuerzas: Apolínea/dionisíaca,
claro está, en sus respectivos contextos culturales. En segundo
lugar, se trata del destape, desprendimiento de las máscaras, de
derribar tronos artificiales, templos e imágenes en donde conviven
lo sagrado y lo profano, como de reanimar estatuas simbólicas y
colocarlas en su dimensión humana. Recordaros en el Loco
del poeta libanés, Khalil Jalil Gibran, el grito doliente cuando
arrepentido clamaba por el robo de sus máscaras. En tanto, no está
distante el disparo verbal del discurso rebelde de Lucas de Juana que
alcanza a derribar con “un
disparo de nieve”
las cúspides de la hipocresía, como de igual modo se propone o deja
el libre albedrío al lector para que éste re-descubra actitudes que
desenmascaran tanto a personajes, acciones y doctrinas sostenidas,
que se profesan y heredan actualmente sintetizándose en la práctica
de la doble moral con respecto a sus semejantes. Así que el poeta,
mediante esa lacerante espada verbal, también pretende echar a “los
mercaderes del templo”,
alumbrando sarcásticamente los rostros de lo sagrado y lo profano
que desfilan ante nuestros ojos. Por ello, para ir detectando y
clasificando en apariencia tales fisionomías, apelaremos al Capítulo
“Los rostros” contenido en la obra El
juego de las palabras
de Rafael Fauquié (2011), del que tomaremos un fragmento a objeto de
ajustar la mirada esplendorosa de los rostros expuestos en el
poemario en cuestión.
“Suele
acompañarnos el recuerdo de ciertos rostros con los que debimos o
quisimos o necesitamos los cuales contemplamos encarnadas algunas
de nuestras mayores aversiones; y otros que, de una u otra forma,
no podrían sino sugerirnos remordimiento: esa molesta memoria en la
que percibimos contradicciones con lo que creemos ser o lo que
deseamos ser”. Nos acompaña, también, el recuerdo de rostros
ejemplares con los que pudimos alguna vez identificarnos. Y, claro
está, no podrían dejar de frecuentarnos algunos rostros
imprescindibles y siempre necesarios; como, por ejemplo, el de una
mujer que es muchas cosas y confirma muchas cosas. Inspiración y
convicción, alimento de las más complejas memorias, a veces
costumbre, certeza y compañía siempre, sobre ese rostro femenino
suele apoyarse algún ser de palabra a la hora de concebir y de
expresar verdades muy cercanamente vividas. 3.
ROSTRO-EMBLEMA
Para
constatar y desentrañar la aparición de uno de los rostros de
mujer, ahora más emblemático, fijado por la escritura de Lucas de
Juana, el que constituye y se encuentra en las páginas primeras del
libro Diosas
y demonios, nos
complacemos en vislumbrar la transfiguración desde el aliento lírico
que hace el trovador al esculpir la imagen de una Oriana que es otra,
es decir, la que se destaca mediante el Yo desdoblado. Este “Ser
de palabra”
juega mínimamente con un estilo a veces llano como metafórico
enlazado con la sencillez que le viene de la gestualidad, lo oral y
de la zigzagueante danza del verbo, hasta “irse
al infinito a prosar recuerdos, a morir/a llorar por siempre…”.
4.
Helo
allí, por lo que os convoco e invito a echar un vistazo a la manera
cómo ese ser humano de carne y huesos pasa desde podar las ramas del
árbol del poeta de Concierto
de sueños,
Manuel Barreto, a ejercer el oficio de pintor de brocha gorda,
ejecutor de la limpieza de la maleza de un conuco hasta accidental
agricultor. Éste, venido de los infiernos transita la vida flotando
como “El
ser y sus circunstancias”,
al decir del filósofo español Ortega y Gasset. Pero uno de esos
accidentes en la vida es el de ser poeta, esto es, también estar
dotado de sensibilidad para ser capaz de cosechar y esparcir los
versos con el objeto de elevar-se y exaltar a una “diosa terrenal”
contemplada desde la vivacidad, la transparencia y poder reparador
del lenguaje.
La
travesía verbal que os hace lectores cómplices de la Oriana
concebida por el poeta, nos lleva a recordar o tener presente su
antecedente, que es la Princesa Oriana, hija del rey Lisuarte, la
sacrificada joven que “ve desde una ventana morir en batalla a su
amado Amadís a manos de Esplandían, y en consecuencia ésta se
lanza al suelo y se mata”. Sólo aquella arquitectura de las
novelas de caballería, en este caso Amadís
de Gaula,
funciona
como referente, el que luego es transfigurado en radiante ramo de
símiles y metáforas cual “flores,
mariposas, rayos ondulados del sol”.
Es
“zafiro
“disputándose
ante Las
flores del mal
de Baudelaire. De igual modo, es guía terrenal construida de fuego
verbal, robado a lo prometeico, en el sentido que le imprime Jairo
Brijaldo en la presentación que hace de este poemario, reafirmando
que: “Para
el poeta no existen temas vedados, su parecer lo expresa
diáfanamente” con el fuego de la palabra”.
Es
decir,
todo
lo que esté al alcance del hombre ha de ser materia objeto de la
llamarada del acto creador que nos devuelve esa flor labrada hecha
canto.
En
este poeta se conjuga la idealización metafórica, el trofeo y
reconocimiento, a la vez, ella es guardiana de la palabra
transparentada desde la mirada distante-cercana de ese lugar en donde
las cansadas manos cargan los libros de la esperanza soñadora. Es
más, aguarda el fervor de la palabra de Lucas de Juana un modesto
homenajea a esa casa de los libros denominada librería del Sur. Pues
bien, la Oriana invocada y evocada en estos versos de ensueño y
nostalgia se desliza cual otra Beatriz detenida en el túnel de los
dulces infiernos, así como Eurídice: una metáfora más del olvido.
Así que apenas ojeada por un instante yace perdida igualmente en la
“memoria poética” de algún Orfeo en la desventura de la
historia. Sin embargo, apreciemos el esfumado resplandor edificado
que contemplamos o es sujeto de inspiración en el poema “Oriana”,
esa la de este hemisferio:
“Pero
¡Hay! Si Oriana se fuera de la caja de cristal
y
no regresara.
Yo
no volvería a la librería del Sur;
ni
siquiera por las Flores
de Baudelaire,
ni
siquiera aún por ese libro tan bonito
que
escribió David Figueroa
junto
a su amada Margarita.
Me
iría al infinito
a
prosar recuerdos, a morir
a
llorar por siempre…”
ROSTRO
MATERNO-EMERGIDO
El
libro Diosas
y demonios (2014),
es editado por la
Fundación
Editorial El perro y la rana/Sistema Nacional de Imprentas, Serie
Poesía, Colección El libro hecho en casa, escrito por Lucas
Barreto/Lucas de Juana, nativo éste del Municipio Chivacoa y deudor
de ese seudónimo emergido de la vida misma, como lo cuenta el autor.
El mismo manifiesta que a su distinguida madre le habían nombrado
ese “hijo
de Juana”
a tal extremo de confundirse en una insistencia quijotesca,
pantagruélica y de lazarillo, que se tornó inenarrable. Según
Lucas Barreto, el otro, en virtud de lo acontecido optó desde ahora
en adelante por encontrarle cause al renombre del “hijo
de Juana ese”,
el que llevará la carga histórica en todo acto de la escritura,
así lo confirma “El
lírico”
del “ayer
vil y mezquino”.
De allí que nos permitamos mostrar tres fragmentos del texto “Maíta”
donde se refleja un aparente diálogo implícito e íntimo con la
honorable dueña y señora de su maternal origen. Espacio para el
reconocimiento amoroso en las circunstancias de la dolorosa confesión
suscitada en las profundidades episódicas de la retrospección de la
conciencia:
“Madre
ingenua
que
la vida me diste
y
con inocente alegría
amamantaste
mi futuro
ignorando
lo que tu oráculo
te
había advertido.
…………………………….
Y
empeñada en hacer de mí
un
hijo bueno
atravesaste
un mar
de
lágrimas conmigo
y
con una sonrisa en tu rostro
disimulando
tu verecundia
y
dolor
le
decías a tu consejero
que
todo iba bien
y
que yo iba a ser el mejor
y
como a un vago me alimentaste
mientras
leía los libros
que
me gustaban
en
un vaho de humo prohibido
que
me hacía soñar
con
mundos extraños
Pero
tus gritos de mamá Juanita
y
el olor de aceite de quina en tu pelo
me
hacían regresar a ti.
.
……………………………………….
“Porque
sé que no soy
el
mejor de tus hijos
pero
soy tu hijo
en
una eterna lucha conmigo mismo
no
por ser el mejor
sino
mejor.
¡Tuyo
por siempre maíta!”
ROSTRO
ADOLORIDO
La
palabra lacerante cargada de ironía nos recuerda la imagen de los
rostros del dolor de un pueblo, a pesar de estar exaltado por la
caricia de un mega-relato bíblico. En este caso es el rostro del
pueblo de Palestina que bala o grita las bombas que no han aplastado
su dignidad y resistencia, siempre poniendo la otra mejilla de la
rebeldía ante sus semejantes también descendientes de la misma
estirpe, de la misma idea de la trinidad, del unigénito o de aquel
ser traicionado llamado Cristo. En tal sentido, según el punto de
vista de lo relatado desde el discurso histórico del camuflaje todo
parece bien dispuesto por lo sagrado como cosa normal; no obstante,
esa circunstancia histórica, semblante resquebrajado hoy en pleno
siglo XXI, lo podemos visualizar en el texto “Balar de ovejas por
silbidos de bombas”.
Señalémosle
esos ídolos rotos al mundo que nos muestra esta otra oveja que mira
con ojos desenvueltos esa escena de indiferencia miserable en el
poema “Balar de ovejas por silbidos de bombas”:
“¡Oh!
Descendientes de Abraham
de
historia sacra iniciador
el
que camino abrió entre Mesopotamia y Canaán
el
que con celestial promesa
empujó
tu destino.
.
……… …………………………………………..
Y
en ese génesis sagrado
con
diáspora de Sión
fue
formándose un feroz sionismo,
el
que ha llevado el terror y holocausto
al
nacimiento y vida de los niños palestinos
y
ellos judíos desesperados
en
masa quemados.
………………………………………………………
Heredaron
otro odio,
aprendieron
otra furia
que
con la quebrada cruz
les
enseñó el nazismo”.
ROSTRO-OLVIDO
La
oveja descarriada o la “estrategia” de la desmemoria, nos lleva a
pensar que quizás a Barack Obama le afectó aquel fenómeno
denominado “la
peste del insomnio”,
que llevó a la familia Buen Día al olvido. Episodio ocurrido en la
novela Cien
años de soledad,
y narrado magistralmente por el colombiano, Premio Nobel de
Literatura Gabriel García Márquez. Pero ese rostro del olvido,
pretendidamente justificado, no ha recuperado la memoria ni reparado
los daños causados por la humillación a la dignidad del ser humano
en todo el mundo. Pero aquí no hablamos tan sólo de ese personaje,
sino de toda una administración del terror. Hemos de recordar, por
ejemplo, el empleo de la máquina del olvido aplicada a la lucha
emprendida por Martín Luther King en torno a los derechos civiles,
el experimento mortal acaecido en Hiroshima y Nagasaki o el
estremecido reclamo de Malcolm X en una sociedad que se presume el
paradigma de la democracia, mas en su cinismo se consume. Desde
luego, no estaría demás invocar los poderosos recursos del realismo
mágico que nos brinda sorprendentes respuestas, para irrumpir la
aburrida hiperrealidad frívola, mecanizada inhumana e indiferente,
aunque sea para fugazmente adentrarnos en los terrenos del imaginario
latinoamericano:
“Cuando
José Arcadio Buen Día se dio cuenta de que la peste había invadido
el pueblo, reunió a los jefes de familia para explicarles lo que
sabía sobre la enfermedad del insomnio, y se acordaron medidas para
impedir que el flagelo se propagara a otras poblaciones de la
ciénaga. (…) Fue Aureliano quien concibió la fórmula que había
que defenderlos durante varios meses de las evasiones de la memoria.
(…) Cuando su padre le comunicó su alarma por haber olvidado hasta
los hechos más impresionantes de su niñez, Aureliano le explicó
su método, y José Arcadio Buendía lo puso en práctica en toda la
casa y más tarde lo impuso a todo el pueblo. Con un hisopo entintado
marcó cada cosa con su nombre: mesa, silla, reloj, puerta, pared,
cama, cacerola. (…) El letrero que colgó en la cerviz de la vaca
era muestra ejemplar de la forma en que los habitantes de Macondo
estaban dispuestos a luchar contra el olvido: Esta es la vaca, hay
que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y a la
leche hay que hervirla para mezclarla con el café con leche. Así
continuaron viviendo en una realidad escurridiza, momentáneamente
capturada por las palabras, pero que había de fugarse sin remedio
cuando olvidaran los valores de la letra escrita”. 5.
Retornemos
una vez más a la dura, tenebrosa y salvaje realidad, y recobremos el
recuerdo de las nebulosas facciones de la distracción en cuanto a
los hechos ignorados, que se nos muestra en el poema “Un negro
descarriado” del libro que venimos compartiendo, en que el poeta
Lucas de Juana sigue transparentando el ejercicio de la amnesia:
“¿Es
que borraron tu memoria?
¿No
recuerdas que
ese
mismo trono
que
tú ocupas
humilló,
vejó y esclavizó
a
tu raza y a tus antepasados?
.
…………………………….
Me
imagino que ese sueño
de
Martin Luther King
se
convirtió en una pesadilla.
………………………………
Eres
la burla de los que te premiaron
porque
ellos saben
que
tú no siembras flores
sino
bases infernales.
ROSTROS
DEL TEMPLO
La
palabra encendida y abrasadora sigue sacudiendo lo sagrado y
descubriendo lo profano como dos polos fundidos en castillos y
paraísos construidos por metafísicas salvadoras, envueltas en
quiméricos mundos armados bajo el encanto de la soberbia sugestiva
de los ministros de la espiritualidad. En el texto “Creadores de
dioses y demonios” localizamos el reñido y afilado decir, tratando
un poco de enderezar los entuertos en los hilos de seda que soportan
los tentáculos del templo. Para afianzar la idea y ponernos a la par
de este viaje a través de las sotanas del misterio sacro, hagamos
memoria y recordemos si Octavio Paz en La
Llama doble
se refiere a los célibes y aquellas posturas de seres inmaculados,
castos y puros que han creado los peores horrores e infundido miedo y
desapego a los cuerpos desnudos, por ende a la vitalidad del erotismo
como extensión del amor no reproductivo, cuando éste hablaba de los
íncubos y súcubos a los que estos “ángeles terrenales” no
podrían escapar por eso de las poluciones nocturnas. Sin embargo,
abramos los ojos de estos santuarios:
“Oneroso
castillo
que
construyeron
con
fe y devoción
y
allí se congregaron los ungidos
inventaron
miedos, hades
y
demonios.
………………………………………..
Y
como faunos profetas
salieron
a predicar su evangelio
y
nos dijeron
que
la desnudez de nuestro cuerpo
era
una vergüenza ante los ojos de Dios,
que
el sexo era parir
con
dolor Abeles y Caínes,
que
callar era un agrado para Dios
y
que la alegría y la risa
tomemos
como simpleza
porque
todo para ello es vanidad
y
aflicción de espíritu,
menos
los diezmos y las ofrendas
que
alegran sus ojos
llegan
con concupiscencia
y
en sus mesas llenas
de
manjares y vinos
y
hartos de pan y tesoros robados
te
recomiendan amar al prójimo
como
a ti mismo”.
ROSTROS
MÚLTIPLES
Finalmente,
cada rostro indistinto se desplaza en la escena que le corresponde en
el concierto y desconcierto humano. Aún queda con o sin sutileza
verbal espacio para el discurso atrevido o que exhibe la careta de lo
sagrado y lo profano en Diosas
y demonios,
para que el poeta Lucas
de
Juana continúe exorcizando esos diablillos que moran velados en las
diversas esferas del poder. Sin embargo, existe una nota
especialísima, un acorde en el ritmo interior del poemario en donde
gratifica la desnudez de lo “humano,
demasiado humano”.
Por ejemplo, “La negra Mercedes” de la que se nos dice: “Y
en medio de estas añoranzas/ me confieso tu hijo eterno”.
Todo
es impregnado con los olores sinestésicos que se funden en la imagen
del fogón, quizás un cierto bucolismo, aunque para el gusto de
exquisitos estetas algunos de estos términos no cabe en un poema,
tal vez suene a pobreza o le rechine en sus educados oídos y olfato:
“…ella
huele a cariño, a fogón
y
a flor de naranjo
…………………………….
Y
mis recuerdos
están
impregnados por siempre
Mercedes…
esos
olores a pasta,
sardina,
arepa y ñema
que
me diste
en
tu rancho del cerro
cuando
hambriento a ti llegué”.
Son
tantos los rostros multiplicados en este concierto de máscaras que
tenemos, por ejemplo, a una mujer-niña. En estos, simplemente
nombrados aquí, se configura en cada uno un rasgo muy peculiar:
“Claudia”, “Filigrana
de Dios”;
“Lucita” “párvula
boca”;
Joyce, “egregia
dama, arcoíris”;
en “Madona”, Heira,
“princesa
coronada”,
es un recuerdo perdido que nos hace viajar a la infancia: “Perdido
está mi carrito/de lata de sardina/madera y chapa de Coca Cola/…”;
y
“Heluz”,
“brillo
cósmico”.
Por otro lado, van apareciendo las figuras del amor en el rostro de
la mujer-amada: “veo
mi corazón/partido en mil pedazos”.
No escapa al bardo el rostro más patético de la escena, “El cura
pederasta”. “¿Es que 800 pederastas no son suficientes?” Ante
este hecho contradictorio consumado por “los sublimes ministros
del espíritu”, me permito recordar esos emblemáticos versos de
Sor Juana Inés de la Cruz que confieren el sosiego a los
“pecadores”. Tales señores en el pasado no perdonaban las
“supuestas herejías” tanto de mujeres como de hombres, además
de ser llevados a la hoguera muchos inocentes hijos del indiferente
“Todopoderoso” y que para limpiar las culpas. Tal vez sea la
resonancia de esa mutua “culpa” la que se aviene en estos versos:
“Hombres
necios que acusáis/ a la mujer, sin razón, /sin ver que sois la
ocasión/de lo mismo que culpáis;...”.
Por ello, ante la pederastia el poeta Lucas de Juana lanza sus
misiles de cariño:
“En
tu prédica hay lujuria
y
deseos ominosos,
ni
ese traje inmaculado
ni
las tablas de Moisés
logran
detener
tu
lubricidad infantil”.
Emparentado
al acto de abuso infantil está el texto “En nombre de
Dios…díganme? Especie de apóstrofe que quedará en el limbo,
porque para ellos parece que dios os lavará esa culpa y vuestros
“amados ministros espirituales” se liberan de tribulaciones con
facilidad. No obstante, veis vosotros las acusaciones a través de la
máscara de la hipocresía venidas desde las garras del Norte
condenando a Venezuela, y hacéis silencio oracional y devota
constricción y humildad nazista:
“Dígame
usted su Santidad Ratzinger
a
qué Dios invocamos
para
que proteja a los niños
de
la legión de curas
pederastas
y pedofílicos
que
ustedes protegen y santifican”.
Insiste
la voz “blasfema” en no callar, y en el libro de cara a cara se
encuentran dos textos de rostros heterogéneos, ellos son: “Damas
de la noche” y “Homo homosexual”. En el primero, la
protagonista es la mujer-máquina sexual. Pues si apelamos a la
antigüedad el adulterio era sancionado de acuerdo a los códigos que
contemplaban el apedreamiento; una vez “perdonada” era “liberada
del pecado” como reafirmación de la doctrina insurgente. “Las
canonizables” quedan en el poema “Canonicemos a las putas” del
poeta Mexicano Jaime Sabine. Hoy, en el modo de producción
capitalista nos encontramos con el fenómeno de la trata de blancas.
En el otro extremo, subsisten como solitarios, en una sociedad del
velo, quienes son sujetos de la conmiseración humana y el
distanciamiento, metamorfosis de otro tiempo. Actualmente algunos
viven a expensas de las máscaras del poder, sin embargo, han
sobrevivido a los destrozos de los valores sagrados-profanos:
“Mujeres
curadoras de fálicos males
exorcistas
de deseos frustrados
extirpadoras
de inocencia y castidad”.
………………………………………….
“¡Señores!
ya
no más irreverencia
a
Dios y a tus prójimos
disfrazándote
de mujer
porque
simplemente
ustedes
son hombres
que
aman a los hombres
………………………………
“… ahí
están esas almas bellas
de
Whitman y de Lorca
mártires
del amor proscrito”.
Cierro
estas anotaciones con el rostro-mítico de “María
Lionza”-madre-natura. En este texto el poeta Lucas ofrece una
mirada despojada de superchería y baratijas, un canto con devoción.
María Lionza recobrada desde la esencia-natura-diosa-madre-reina
arraigada en el corazón de los predios de la montaña habitada desde
los ancestros, mirada poética que se interna en la sagrada
oscuridad, la noche originaria, total e intemporal:
“Y
tu indudable virginidad
es
la que te hace madre
no
de uno, sino de todos
María
Lionza, diosa protectora
de
mi pueblo Chivacoa
de
la cual eres madre,
hija
y hermana”.
………………………………………..
Quiero
dormir en tu lecho
sin
velas ni fogatas
que
luchen contra tu sagrada oscuridad”.
Yony
G. Osorio G.
NOTAS:
- Ludovico Silva. (1979). Belleza y revolución. Valencia, estado Carabobo: Vadell Hermanos Editores. p. 140.
- (Ibídem: 140).
- Rafael Fauquié. (2011). El juego de la palabra. Caracas-Venezuela: Monte Ávila Editores Latinoamericana. P.p. 23-24.
- Lucas Barreto. (2014). Diosas y demonios. San Felipe, estado Yaracuy: Fundación Editorial El perro y la rana/Sistema Nacional de Imprentas. Serie Poesía, Colección El libro hecho en casa. P.p. 8, 9, 10, 13, 16, 17, 18, 19, 20, 22, 23, 24, 26, 26, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 36, 44, 45, 50, 51, 52.
- Gabriel García Márquez. (S/F.). Cien años de soledad. S/L. S/Edit. Pp. 37-38
martes, 7 de junio de 2016
Caminar entre Diosas y Demonios
“Si Dios no existiese habría que inventarlo.
Porque, comprenderéis, es precisa
una religión para el pueblo.”
Voltaire
Caminando por el centro de Lima y deambulando sin rumbo fijo observaba la arquitectura, de repente un aroma familiar, un olor a papel viejo me llamó la atención desviándome aún más hacia una pequeña calle que parecía estallar de libros usados. Eran cuadras y cuadras de libros que estaban allí huérfanos de dueños y preñados de historias escritas y vividas. Sin embargo; parece extraño cómo los libros pasan de mano en mano, a veces me hace pensar que la fuerza que los crea le imprime su carácter misterioso el cual le permite llegar a tener vida animada en las manos generosas de quien llega a despertarlo. Son como especie de duendes caprichosos que saben dónde nacen, pero que no conocen su destino final.
Hace poco recordaba aquella tarde cuando reunido con los escritores Radamés Laerte Giménez y David Figueroa Figueroa, conversábamos en torno a los poetas que han influido en su formación lírica, y el poeta Figueroa, como siempre con sus libros debajo del brazo, sacó uno de sus autores favoritos, más para mí ocurrió lo sorprendente cuando dentro de ellos también aparece Diosas y demonios, escrito éste por el amigo Lucas Barreto o Lucas de Juana, como él mismo se hace llamar. Cuando aprecio el libro me digo con entusiasmo ¡qué bueno salió el poemario de Lucas!, lástima que no lo tengo. Inmediatamente, Radamés toma en sus manos dicho ejemplar y me dice: “tenga poeta, es suyo, yo se lo regalo”. Y así saltó de un dueño a otro, validándose mi teoría sobre la voluntad voluble de los libros.
Ahora bien, en algunos de los poemas de “Diosas y demonios” encontramos versos con una postura política bien definida y un desarrollo lirico sólidamente planteado. En los poemas constatamos lo que el ex Presidente Chino Mao Se Tung dijo en el Foro de Yenán sobre Literatura y Arte en el año 1942, cuando planteó la unidad de la política y el arte, es decir, la unidad del contenido y la forma. Para ese entonces, Mao decía:
“Una obra de arte que carece de valor artístico, por progresista que sea en lo político, no tiene fuerza”. De acuerdo con lo expresado en el poema “Balar de ovejas por silbidos de bombas”,
Encontramos esa perfecta combinación “política-arte”, como lo planteaba el Presidente Mao. Muestra de estos elementos visualizados en el texto del autor Lucas de Juana que relacionamos con lo manifestado por Mao lo apreciamos y disfrutamos fragmento:
“Y en ese génesis sagrado
con diásporas de Sión
fue formándose un feroz sionismo,
el que ha llevado el terror y holocausto
al nacimiento y vida de los niños palestinos
y ellos judíos desesperados
en masa quemados
Heredaron otro odio,
aprendieron otra furia
que con la quebrada cruz
les enseñó el nazismo”
Como si estuviese ungido por los poetas malditos, Lucas Barreto realiza un arte libre, provocativo e irreverente, y en algunos casos se aleja de las “normas establecidas” para dar rienda suelta a la creación; así como también se atreve a desarrollar temas considerados tabú, como la posición de las iglesias en la sociedad. Quizás por ello algunos versos nos dejan un sabor Sartriano de existencialismo ateo, pues en este sentido en los versos del poema “Creadores de dioses y demonios” podemos observar esos detalles:
“Y así fueron apostolando
salmos y parábolas
y el espíritu del hombre silvestre
se confundió y todo se llenó de dudas
sectas y religiones
y el templo de Jesús
se convirtió en la empresa
más grande de los mercaderes
que visten de sonata
y la simonía conocen muy bien.
Ellos acusan de ateos
a quienes dejaron de creer
en su milenaria fábula
y de negar al Dios que crearon
y que ellos mismos mataron”
Uno de los elementos que se puede constatar en este poemario, es el canto de este trovador a sus raíces yaracuyanas, en especial, a la tierra mágica de Chivacoa, en el que se destaca la fertilidad de sus suelos y la majestuosidad de la naturaleza, como también la herencia de los aborígenes, Caquetios y Jirajaras; todo ello representado en la imagen mística de la reina: la Diosa María Lionza, corazón vegetal enclavado en la montaña de Sorte, en tanto el texto “Marialionza” es una oda a madre Natura:
“Quiero dormir en tu lecho
sin velas ni fogatas
que luchen contra tu sagrada oscuridad
El sueño de nuestros aborígenes
tú lo haces realidad,
porque el sincretismo desafiante
ante tu merced se inclina
Y voces de toda la madre tierra
a ti claman en angustia
cuando no son oídos por sus dioses”
Otro aspecto digno de realzar, es la construcción tipo crónica que encontramos en algunos poemas, incluso, el juego literario que el autor realiza en las líneas de “Maíta. Allí disfrutamos de una carta escrita desde su corazón, la cual se sumerge en el universo, lugar común donde todas las almas son una, y desde ese plano se confiesa, sin rabia ni amargura, pero sí con nostalgia, la que nos hace viajar a su infancia, donde apreciamos en ese viaje a un niño que atesora las enseñanzas de su madre y transforma ese mundo en nuevos mundos, gracias a la poesía:
“Entonces la soledad,
tristeza y dolor
por la luctuosa pérdida
de tu ser amado
acabaron con tu vida
que era mi vida
ahora camino solo y triste
y en tu ausencia
tu Dios me abandonó también
y espantado de mí hoy
me refugio en aquel abecedario
que me enseñaste cuando niño
y hago de mi dolor canciones
y poemas de mi tristeza
para decirles a todos
que tu oráculo se equivocó”
Leyendo algunos de sus textos notamos cómo sus palabras “se adelgazan a veces como las huellas de las gaviotas en las playas”, ello en cuanto al manejo tierno y delicado que hace el escritor de un recurso expresivo como el diminutivo y, a pesar del mismo, en ningún momento su uso resta fuerza a la palabra, sino que por el contrario, carga el verso de una connotación afectiva dejando ver una vez más la sensibilidad del poeta cuando describe o se refiere a los niños, en este aspecto en las líneas de “Claudia” esos elementos son descifrados por nuestros ojos:
“Tus ojos son dos luceritos
que alumbran el porvenir
tu risa es un trinar de aves
que nos conmueve de dulzura
y tus ocurrencias sin darnos cuenta
nos llenan de orgullo y vanidad
y sin parar las contamos…
y que alegría volver a verte Claudia
con tu carita de amor, de golosina,
de flores y mariposas.”
David Figueroa González
* ilustración: Anciano al sol de Mariano Fortuny
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