SUMARIO DE LA NUEVA POESÍA

sábado, 18 de junio de 2016

EL DISCURSO DE LA IRREVERENCIA O EL DESVELAMIENTO DE LO SAGRADO Y LO PROFANO EN DIOSAS Y DEMONIOS





Detrás de Apolo, aparece el Dionysos reverberante, el Prometeo incandescente con el hígado devorado por furias y pajarracos muy humanos; el hombre con frecuencia malhumorado, descontento, enfrentado a un destino incierto. Es decir, todo lo contrario de la tradicional imagen y del ya manido olimpismo”. 1.
Ludovico Silva
ROSTRO-CONTRASTE
Aprovecho la ocasión de tomar esta llamada convenida a propósito de estar leyendo el libro Belleza y revolución del filósofo, profesor universitario, poeta, crítico de arte y literatura, Ludovico Silva. Este venezolano en su hermoso trabajo se replantea una mirada renovadora, polémica, creadora, orientadora y amorosa, estructurada desde la óptica de la ética y estética. Discurso claramente ensayístico en donde el yo re-flexivo experimenta re-leyendo, re-visando, re-valorando y revelando el quehacer del hombre en el mundo a partir del poder de la palabra. Mas, pudiéramos deducir que ese panorama expuesto por este escritor-pensador está impregnado del Saber y sabor de la lengua que, sentidamente nos ha brindado la escritora María Fernanda Palacios, además, muy recomendada por el poeta de Recado amoroso, Rafael Garrido.
Obedece el uso de ese epígrafe que le da inicio a estas líneas, al hecho de que este filósofo desentrañó en el idioma alemán un estilo literario en el discurso de Carlos Marx. También fue partícipe del revelamiento de esa visión fría y marmórea en que solían conservar la figura del escritor, dramaturgo y poeta alemán, Johann Wolfang Goethe, autor de Fausto y Werther, entre tantos escritos que nos legara. Aunque la perspectiva del poeta-filósofo fue un acto de reconocimiento mutuo celebrado latinoamericanamente al lado del sobresaliente ensayista Mexicano, Alfonso Reyes, quien con la justa revalorización de la personalidad de Goethe, nos dice el mismo Ludovico Silva, se abogaba “por una imagen más vívida, más carnal, (…) más trascendente del autor de Werther”. Ahora bien, de acuerdo con una asociación de elementos contrastantes entre el texto citado y el poemario Diosas y demonios escrito por Lucas Barreto, encontramos una cierta vecindad, primero, se trata de “diosas (es)/ demonios”, cada uno a su manera recibe o siente las embestidas de esas dos fuerzas: Apolínea/dionisíaca, claro está, en sus respectivos contextos culturales. En segundo lugar, se trata del destape, desprendimiento de las máscaras, de derribar tronos artificiales, templos e imágenes en donde conviven lo sagrado y lo profano, como de reanimar estatuas simbólicas y colocarlas en su dimensión humana. Recordaros en el Loco del poeta libanés, Khalil Jalil Gibran, el grito doliente cuando arrepentido clamaba por el robo de sus máscaras. En tanto, no está distante el disparo verbal del discurso rebelde de Lucas de Juana que alcanza a derribar con “un disparo de nieve” las cúspides de la hipocresía, como de igual modo se propone o deja el libre albedrío al lector para que éste re-descubra actitudes que desenmascaran tanto a personajes, acciones y doctrinas sostenidas, que se profesan y heredan actualmente sintetizándose en la práctica de la doble moral con respecto a sus semejantes. Así que el poeta, mediante esa lacerante espada verbal, también pretende echar a “los mercaderes del templo”, alumbrando sarcásticamente los rostros de lo sagrado y lo profano que desfilan ante nuestros ojos. Por ello, para ir detectando y clasificando en apariencia tales fisionomías, apelaremos al Capítulo “Los rostros” contenido en la obra El juego de las palabras de Rafael Fauquié (2011), del que tomaremos un fragmento a objeto de ajustar la mirada esplendorosa de los rostros expuestos en el poemario en cuestión.
Suele acompañarnos el recuerdo de ciertos rostros con los que debimos o quisimos o necesitamos los cuales contemplamos encarnadas algunas de nuestras mayores aversiones; y otros que, de una u otra forma, no podrían sino sugerirnos remordimiento: esa molesta memoria en la que percibimos contradicciones con lo que creemos ser o lo que deseamos ser”. Nos acompaña, también, el recuerdo de rostros ejemplares con los que pudimos alguna vez identificarnos. Y, claro está, no podrían dejar de frecuentarnos algunos rostros imprescindibles y siempre necesarios; como, por ejemplo, el de una mujer que es muchas cosas y confirma muchas cosas. Inspiración y convicción, alimento de las más complejas memorias, a veces costumbre, certeza y compañía siempre, sobre ese rostro femenino suele apoyarse algún ser de palabra a la hora de concebir y de expresar verdades muy cercanamente vividas. 3.
ROSTRO-EMBLEMA
Para constatar y desentrañar la aparición de uno de los rostros de mujer, ahora más emblemático, fijado por la escritura de Lucas de Juana, el que constituye y se encuentra en las páginas primeras del libro Diosas y demonios, nos complacemos en vislumbrar la transfiguración desde el aliento lírico que hace el trovador al esculpir la imagen de una Oriana que es otra, es decir, la que se destaca mediante el Yo desdoblado. Este “Ser de palabra” juega mínimamente con un estilo a veces llano como metafórico enlazado con la sencillez que le viene de la gestualidad, lo oral y de la zigzagueante danza del verbo, hasta “irse al infinito a prosar recuerdos, a morir/a llorar por siempre…”. 4.

Helo allí, por lo que os convoco e invito a echar un vistazo a la manera cómo ese ser humano de carne y huesos pasa desde podar las ramas del árbol del poeta de Concierto de sueños, Manuel Barreto, a ejercer el oficio de pintor de brocha gorda, ejecutor de la limpieza de la maleza de un conuco hasta accidental agricultor. Éste, venido de los infiernos transita la vida flotando como “El ser y sus circunstancias”, al decir del filósofo español Ortega y Gasset. Pero uno de esos accidentes en la vida es el de ser poeta, esto es, también estar dotado de sensibilidad para ser capaz de cosechar y esparcir los versos con el objeto de elevar-se y exaltar a una “diosa terrenal” contemplada desde la vivacidad, la transparencia y poder reparador del lenguaje.

La travesía verbal que os hace lectores cómplices de la Oriana concebida por el poeta, nos lleva a recordar o tener presente su antecedente, que es la Princesa Oriana, hija del rey Lisuarte, la sacrificada joven que “ve desde una ventana morir en batalla a su amado Amadís a manos de Esplandían, y en consecuencia ésta se lanza al suelo y se mata”. Sólo aquella arquitectura de las novelas de caballería, en este caso Amadís de Gaula, funciona como referente, el que luego es transfigurado en radiante ramo de símiles y metáforas cual “flores, mariposas, rayos ondulados del sol”. Es “zafiro “disputándose ante Las flores del mal de Baudelaire. De igual modo, es guía terrenal construida de fuego verbal, robado a lo prometeico, en el sentido que le imprime Jairo Brijaldo en la presentación que hace de este poemario, reafirmando que: “Para el poeta no existen temas vedados, su parecer lo expresa diáfanamente” con el fuego de la palabra”. Es decir, todo lo que esté al alcance del hombre ha de ser materia objeto de la llamarada del acto creador que nos devuelve esa flor labrada hecha canto.
En este poeta se conjuga la idealización metafórica, el trofeo y reconocimiento, a la vez, ella es guardiana de la palabra transparentada desde la mirada distante-cercana de ese lugar en donde las cansadas manos cargan los libros de la esperanza soñadora. Es más, aguarda el fervor de la palabra de Lucas de Juana un modesto homenajea a esa casa de los libros denominada librería del Sur. Pues bien, la Oriana invocada y evocada en estos versos de ensueño y nostalgia se desliza cual otra Beatriz detenida en el túnel de los dulces infiernos, así como Eurídice: una metáfora más del olvido. Así que apenas ojeada por un instante yace perdida igualmente en la “memoria poética” de algún Orfeo en la desventura de la historia. Sin embargo, apreciemos el esfumado resplandor edificado que contemplamos o es sujeto de inspiración en el poema “Oriana”, esa la de este hemisferio:

Pero ¡Hay! Si Oriana se fuera de la caja de cristal
y no regresara.
Yo no volvería a la librería del Sur;
ni siquiera por las Flores de Baudelaire,
ni siquiera aún por ese libro tan bonito
que escribió David Figueroa
junto a su amada Margarita.
Me iría al infinito
a prosar recuerdos, a morir
a llorar por siempre…”






ROSTRO MATERNO-EMERGIDO

El libro Diosas y demonios (2014), es editado por la Fundación Editorial El perro y la rana/Sistema Nacional de Imprentas, Serie Poesía, Colección El libro hecho en casa, escrito por Lucas Barreto/Lucas de Juana, nativo éste del Municipio Chivacoa y deudor de ese seudónimo emergido de la vida misma, como lo cuenta el autor. El mismo manifiesta que a su distinguida madre le habían nombrado ese “hijo de Juana” a tal extremo de confundirse en una insistencia quijotesca, pantagruélica y de lazarillo, que se tornó inenarrable. Según Lucas Barreto, el otro, en virtud de lo acontecido optó desde ahora en adelante por encontrarle cause al renombre del “hijo de Juana ese”, el que llevará la carga histórica en todo acto de la escritura, así lo confirma “El lírico” del “ayer vil y mezquino”. De allí que nos permitamos mostrar tres fragmentos del texto “Maíta” donde se refleja un aparente diálogo implícito e íntimo con la honorable dueña y señora de su maternal origen. Espacio para el reconocimiento amoroso en las circunstancias de la dolorosa confesión suscitada en las profundidades episódicas de la retrospección de la conciencia:

Madre ingenua
que la vida me diste
y con inocente alegría
amamantaste mi futuro
ignorando lo que tu oráculo
te había advertido.
…………………………….
Y empeñada en hacer de mí
un hijo bueno
atravesaste un mar
de lágrimas conmigo
y con una sonrisa en tu rostro
disimulando tu verecundia
y dolor
le decías a tu consejero
que todo iba bien
y que yo iba a ser el mejor
y como a un vago me alimentaste
mientras leía los libros
que me gustaban
en un vaho de humo prohibido
que me hacía soñar
con mundos extraños
Pero tus gritos de mamá Juanita
y el olor de aceite de quina en tu pelo
me hacían regresar a ti.
. ……………………………………….
Porque sé que no soy
el mejor de tus hijos
pero soy tu hijo
en una eterna lucha conmigo mismo
no por ser el mejor
sino mejor.

¡Tuyo por siempre maíta!”

ROSTRO ADOLORIDO

La palabra lacerante cargada de ironía nos recuerda la imagen de los rostros del dolor de un pueblo, a pesar de estar exaltado por la caricia de un mega-relato bíblico. En este caso es el rostro del pueblo de Palestina que bala o grita las bombas que no han aplastado su dignidad y resistencia, siempre poniendo la otra mejilla de la rebeldía ante sus semejantes también descendientes de la misma estirpe, de la misma idea de la trinidad, del unigénito o de aquel ser traicionado llamado Cristo. En tal sentido, según el punto de vista de lo relatado desde el discurso histórico del camuflaje todo parece bien dispuesto por lo sagrado como cosa normal; no obstante, esa circunstancia histórica, semblante resquebrajado hoy en pleno siglo XXI, lo podemos visualizar en el texto “Balar de ovejas por silbidos de bombas”. Señalémosle esos ídolos rotos al mundo que nos muestra esta otra oveja que mira con ojos desenvueltos esa escena de indiferencia miserable en el poema “Balar de ovejas por silbidos de bombas”:

¡Oh! Descendientes de Abraham
de historia sacra iniciador
el que camino abrió entre Mesopotamia y Canaán
el que con celestial promesa
empujó tu destino.
. ……… …………………………………………..
Y en ese génesis sagrado
con diáspora de Sión
fue formándose un feroz sionismo,
el que ha llevado el terror y holocausto
al nacimiento y vida de los niños palestinos
y ellos judíos desesperados
en masa quemados.
………………………………………………………
Heredaron otro odio,
aprendieron otra furia
que con la quebrada cruz
les enseñó el nazismo”.
ROSTRO-OLVIDO

La oveja descarriada o la “estrategia” de la desmemoria, nos lleva a pensar que quizás a Barack Obama le afectó aquel fenómeno denominado “la peste del insomnio”, que llevó a la familia Buen Día al olvido. Episodio ocurrido en la novela Cien años de soledad, y narrado magistralmente por el colombiano, Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez. Pero ese rostro del olvido, pretendidamente justificado, no ha recuperado la memoria ni reparado los daños causados por la humillación a la dignidad del ser humano en todo el mundo. Pero aquí no hablamos tan sólo de ese personaje, sino de toda una administración del terror. Hemos de recordar, por ejemplo, el empleo de la máquina del olvido aplicada a la lucha emprendida por Martín Luther King en torno a los derechos civiles, el experimento mortal acaecido en Hiroshima y Nagasaki o el estremecido reclamo de Malcolm X en una sociedad que se presume el paradigma de la democracia, mas en su cinismo se consume. Desde luego, no estaría demás invocar los poderosos recursos del realismo mágico que nos brinda sorprendentes respuestas, para irrumpir la aburrida hiperrealidad frívola, mecanizada inhumana e indiferente, aunque sea para fugazmente adentrarnos en los terrenos del imaginario latinoamericano:
Cuando José Arcadio Buen Día se dio cuenta de que la peste había invadido el pueblo, reunió a los jefes de familia para explicarles lo que sabía sobre la enfermedad del insomnio, y se acordaron medidas para impedir que el flagelo se propagara a otras poblaciones de la ciénaga. (…) Fue Aureliano quien concibió la fórmula que había que defenderlos durante varios meses de las evasiones de la memoria. (…) Cuando su padre le comunicó su alarma por haber olvidado hasta los hechos más impresionantes de su niñez, Aureliano le explicó su método, y José Arcadio Buendía lo puso en práctica en toda la casa y más tarde lo impuso a todo el pueblo. Con un hisopo entintado marcó cada cosa con su nombre: mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama, cacerola. (…) El letrero que colgó en la cerviz de la vaca era muestra ejemplar de la forma en que los habitantes de Macondo estaban dispuestos a luchar contra el olvido: Esta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y a la leche hay que hervirla para mezclarla con el café con leche. Así continuaron viviendo en una realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras, pero que había de fugarse sin remedio cuando olvidaran los valores de la letra escrita”. 5.

Retornemos una vez más a la dura, tenebrosa y salvaje realidad, y recobremos el recuerdo de las nebulosas facciones de la distracción en cuanto a los hechos ignorados, que se nos muestra en el poema “Un negro descarriado” del libro que venimos compartiendo, en que el poeta Lucas de Juana sigue transparentando el ejercicio de la amnesia:

¿Es que borraron tu memoria?
¿No recuerdas que
ese mismo trono
que tú ocupas
humilló, vejó y esclavizó
a tu raza y a tus antepasados?
. …………………………….
Me imagino que ese sueño
de Martin Luther King
se convirtió en una pesadilla.
………………………………
Eres la burla de los que te premiaron
porque ellos saben
que tú no siembras flores
sino bases infernales.

ROSTROS DEL TEMPLO

La palabra encendida y abrasadora sigue sacudiendo lo sagrado y descubriendo lo profano como dos polos fundidos en castillos y paraísos construidos por metafísicas salvadoras, envueltas en quiméricos mundos armados bajo el encanto de la soberbia sugestiva de los ministros de la espiritualidad. En el texto “Creadores de dioses y demonios” localizamos el reñido y afilado decir, tratando un poco de enderezar los entuertos en los hilos de seda que soportan los tentáculos del templo. Para afianzar la idea y ponernos a la par de este viaje a través de las sotanas del misterio sacro, hagamos memoria y recordemos si Octavio Paz en La Llama doble se refiere a los célibes y aquellas posturas de seres inmaculados, castos y puros que han creado los peores horrores e infundido miedo y desapego a los cuerpos desnudos, por ende a la vitalidad del erotismo como extensión del amor no reproductivo, cuando éste hablaba de los íncubos y súcubos a los que estos “ángeles terrenales” no podrían escapar por eso de las poluciones nocturnas. Sin embargo, abramos los ojos de estos santuarios:

Oneroso castillo
que construyeron
con fe y devoción
y allí se congregaron los ungidos
inventaron miedos, hades
y demonios.
………………………………………..
Y como faunos profetas
salieron a predicar su evangelio
y nos dijeron
que la desnudez de nuestro cuerpo
era una vergüenza ante los ojos de Dios,
que el sexo era parir
con dolor Abeles y Caínes,
que callar era un agrado para Dios
y que la alegría y la risa
tomemos como simpleza
porque todo para ello es vanidad
y aflicción de espíritu,
menos los diezmos y las ofrendas
que alegran sus ojos
llegan con concupiscencia
y en sus mesas llenas
de manjares y vinos
y hartos de pan y tesoros robados
te recomiendan amar al prójimo
como a ti mismo”.

ROSTROS MÚLTIPLES

Finalmente, cada rostro indistinto se desplaza en la escena que le corresponde en el concierto y desconcierto humano. Aún queda con o sin sutileza verbal espacio para el discurso atrevido o que exhibe la careta de lo sagrado y lo profano en Diosas y demonios, para que el poeta Lucas de Juana continúe exorcizando esos diablillos que moran velados en las diversas esferas del poder. Sin embargo, existe una nota especialísima, un acorde en el ritmo interior del poemario en donde gratifica la desnudez de lo “humano, demasiado humano”. Por ejemplo, “La negra Mercedes” de la que se nos dice: “Y en medio de estas añoranzas/ me confieso tu hijo eterno”. Todo es impregnado con los olores sinestésicos que se funden en la imagen del fogón, quizás un cierto bucolismo, aunque para el gusto de exquisitos estetas algunos de estos términos no cabe en un poema, tal vez suene a pobreza o le rechine en sus educados oídos y olfato:

“…ella huele a cariño, a fogón
y a flor de naranjo
…………………………….
Y mis recuerdos
están impregnados por siempre
Mercedes…
esos olores a pasta,
sardina, arepa y ñema
que me diste
en tu rancho del cerro
cuando hambriento a ti llegué”.

Son tantos los rostros multiplicados en este concierto de máscaras que tenemos, por ejemplo, a una mujer-niña. En estos, simplemente nombrados aquí, se configura en cada uno un rasgo muy peculiar: “Claudia”, “Filigrana de Dios”; “Lucita” “párvula boca”; Joyce, “egregia dama, arcoíris”; en “Madona”, Heira, “princesa coronada”, es un recuerdo perdido que nos hace viajar a la infancia: “Perdido está mi carrito/de lata de sardina/madera y chapa de Coca Cola/…”; y “Heluz”, “brillo cósmico”. Por otro lado, van apareciendo las figuras del amor en el rostro de la mujer-amada: “veo mi corazón/partido en mil pedazos”. No escapa al bardo el rostro más patético de la escena, “El cura pederasta”. “¿Es que 800 pederastas no son suficientes?” Ante este hecho contradictorio consumado por “los sublimes ministros del espíritu”, me permito recordar esos emblemáticos versos de Sor Juana Inés de la Cruz que confieren el sosiego a los “pecadores”. Tales señores en el pasado no perdonaban las “supuestas herejías” tanto de mujeres como de hombres, además de ser llevados a la hoguera muchos inocentes hijos del indiferente “Todopoderoso” y que para limpiar las culpas. Tal vez sea la resonancia de esa mutua “culpa” la que se aviene en estos versos: “Hombres necios que acusáis/ a la mujer, sin razón, /sin ver que sois la ocasión/de lo mismo que culpáis;...”. Por ello, ante la pederastia el poeta Lucas de Juana lanza sus misiles de cariño:

En tu prédica hay lujuria
y deseos ominosos,
ni ese traje inmaculado
ni las tablas de Moisés
logran detener
tu lubricidad infantil”.

Emparentado al acto de abuso infantil está el texto “En nombre de Dios…díganme? Especie de apóstrofe que quedará en el limbo, porque para ellos parece que dios os lavará esa culpa y vuestros “amados ministros espirituales” se liberan de tribulaciones con facilidad. No obstante, veis vosotros las acusaciones a través de la máscara de la hipocresía venidas desde las garras del Norte condenando a Venezuela, y hacéis silencio oracional y devota constricción y humildad nazista:

Dígame usted su Santidad Ratzinger
a qué Dios invocamos
para que proteja a los niños
de la legión de curas
pederastas y pedofílicos
que ustedes protegen y santifican”.
Insiste la voz “blasfema” en no callar, y en el libro de cara a cara se encuentran dos textos de rostros heterogéneos, ellos son: “Damas de la noche” y “Homo homosexual”. En el primero, la protagonista es la mujer-máquina sexual. Pues si apelamos a la antigüedad el adulterio era sancionado de acuerdo a los códigos que contemplaban el apedreamiento; una vez “perdonada” era “liberada del pecado” como reafirmación de la doctrina insurgente. “Las canonizables” quedan en el poema “Canonicemos a las putas” del poeta Mexicano Jaime Sabine. Hoy, en el modo de producción capitalista nos encontramos con el fenómeno de la trata de blancas. En el otro extremo, subsisten como solitarios, en una sociedad del velo, quienes son sujetos de la conmiseración humana y el distanciamiento, metamorfosis de otro tiempo. Actualmente algunos viven a expensas de las máscaras del poder, sin embargo, han sobrevivido a los destrozos de los valores sagrados-profanos:

Mujeres curadoras de fálicos males
exorcistas de deseos frustrados
extirpadoras de inocencia y castidad”.
………………………………………….
¡Señores!
ya no más irreverencia
a Dios y a tus prójimos
disfrazándote de mujer
porque simplemente
ustedes son hombres
que aman a los hombres
………………………………
“… ahí están esas almas bellas
de Whitman y de Lorca
mártires del amor proscrito”.
Cierro estas anotaciones con el rostro-mítico de “María Lionza”-madre-natura. En este texto el poeta Lucas ofrece una mirada despojada de superchería y baratijas, un canto con devoción. María Lionza recobrada desde la esencia-natura-diosa-madre-reina arraigada en el corazón de los predios de la montaña habitada desde los ancestros, mirada poética que se interna en la sagrada oscuridad, la noche originaria, total e intemporal:

Y tu indudable virginidad
es la que te hace madre
no de uno, sino de todos
María Lionza, diosa protectora
de mi pueblo Chivacoa
de la cual eres madre,
hija y hermana”.
………………………………………..
Quiero dormir en tu lecho
sin velas ni fogatas
que luchen contra tu sagrada oscuridad”. 

Yony G. Osorio G.  


NOTAS:
  1. Ludovico Silva. (1979). Belleza y revolución. Valencia, estado Carabobo: Vadell Hermanos Editores. p. 140.
  2. (Ibídem: 140).
  3. Rafael Fauquié. (2011). El juego de la palabra. Caracas-Venezuela: Monte Ávila Editores Latinoamericana. P.p. 23-24.
  4. Lucas Barreto. (2014). Diosas y demonios. San Felipe, estado Yaracuy: Fundación Editorial El perro y la rana/Sistema Nacional de Imprentas. Serie Poesía, Colección El libro hecho en casa. P.p. 8, 9, 10, 13, 16, 17, 18, 19, 20, 22, 23, 24, 26, 26, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 36, 44, 45, 50, 51, 52.
  5. Gabriel García Márquez. (S/F.). Cien años de soledad. S/L. S/Edit. Pp. 37-38

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